La competición y
el Budo del Aikido
El propósito del Aikido antes que la
competición, es favorecer los mecanismos de la armonía y aumentar la
comunicación entre personas. De esta forma puede practicar juntos personas
fuertes y débiles, jóvenes y viejos, niños y adultos, y al mismo tiempo obtener
gran provecho de ello a medida que desarrollan su capacidad de adaptación.
Pero la relación entre el ataque y la defensa
y el camino difícil que incluye conservar la armonía hace que el estudiante le
cueste aprender, y así puede llegar a equivocarse fácilmente de camino en su
búsqueda del poder. Es en este momento cuando el ego reclama pruebas y anhela
la competición.
Enseñar un arte marcial de competición no
supone enseñar la verdad. Si bien la competición puede resultar favorable en su
función de canalizar los impulsos agresivos y de estimular así como llevar
hasta el límite a la capacidad física, esta son solo características de los
deportes y juegos físicos.
Pero el Budo no es un deporte, es un modo de
vida, y por ello las motivaciones son diferentes.
Pero ahora veamos como esto de competir
influye en las sociedades modernas, las personas sienten ansiedades y
experimentan constantes frustraciones, además destruye las relaciones
personales porque se juzga y compara a las personas; al final todos temen
confiar en los demás y se vuelven celosos, egoístas y violentos.
La celebración de campeonatos permite
observar que el apego a la victoria ha privado a la mayor parte de las artes
marciales de su verdadero sentido. ¿En qué se han convertido las técnicas y los
principios? La agresividad y el miedo a perder los han destruido.
Sobre el cuadrilátero o la arena solo surgen
las pálidas imitaciones de aquellos antiguos principios que fueron enseñados
por los grandes maestros. Si solo importa la victoria y la derrota, se trata de
un espectáculo de exhibicionismo primario; y es evidente que la armonía no
puede desarrollarse en este contexto. Porque el Budo no es un deporte.
En el Aikido no
existe el odio ni el enemigo
El hombre cuyo espíritu es de conflicto y
desafío posee un interior que se halla sediento de sangre del enemigo. Aún sin
que sus manos aferren la garganta del adversario, o sin que sus piernas y puños
lo estén golpeando, basta solo con la idea para su cuerpo se llene de odio o de
deseos de vencer, y entonces estos pensamientos se apoderan de su mente.
En Oriente hay un viejo dicho que reza lo
siguiente el peor enemigo que existe es la mente turbada.
La verdadera victoria no supone vencer al
enemigo. La verdadera victoria es la que ofreciendo amor se cambia y modifica
el corazón del enemigo. Todos los grandes maestros espirituales que han pisado
esta tierra han enseñado lo importante que es aprender a amar al enemigo.
El ser que en otros estilos, o en otras
mentes es llamado enemigo para el aikidoka se convierte en un maestro, en un
igual, en tu imagen, es él quien te ayuda a refinar tus ideas y tus técnicas,
él es el contrapeso necesario para
agudizar tus sentidos.
Al no verlo como enemigo, ni como un ser al
cual temes o desprecias ni deseas causarle daño, te liberas inmediatamente de
todos tus odios, es allí cuando en ese preciso momento tu mente queda libre.
Con una mente libre puedes captar todos sus movimientos, todos sus puntos
débiles y todo aquello que esté o no dispuesto a revelarte.
En el Budo comprender al enemigo es un paso
esencial, dado que al comprenderlo esto permite que el odio desaparezca y brote
el verdadero poder, la técnica pura.
Texto escrito por el Prof. Fernando Alberto Cartofield
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